Se encuentra usted aquí

BREVE HISTORIA

CONEBIOS I

Palabras de Apertura

Fernando Momo
 
Bienvenidos a un Congreso con poca plata que, sin embargo, no es un congreso pobre. Con plata, cualquiera organiza un congreso, pero sin riqueza de conocimientos no se puede hacer.
Hace varios años, cuando estaba por iniciar mis actividades de investigación, mi maestro y mentor, Leonardo Malacalza, me dijo algo así como “mirá, esta es una universidad que está en la pampa húmeda, en una zona de producción ganadera y lechera, y lo que se necesita es investigar los efectos de los agroquímicos sobre los ecosistemas, especialmente el suelo”. Estábamos, efectivamente, en la Universidad Nacional de Luján y esas palabras, que podrían sonar raras para un graduado promedio, pero para alguien que como yo había leído a Oscar Varsavsky, que nos decía que el conocimiento científico tenía que tener pertinencia social, o a Darci Ribeiro, que nos hablaba de una universidad nueva articulada con un modelo de desarrollo sin dependencia, o a Marcelino Cereijido, que cuestionaba y replanteaba las relaciones entre sistema educativo y trabajo, aquella afirmación no sonaba extraña.
Un cuarto de siglo después, esa idea tiene más actualidad que nunca. El problema de los impactos de agroquímicos en los agroecosistemas está en primer plano y nuestra comprensión de los procesos ecológicos que tienen lugar en el suelo es más necesaria que nunca. Los intereses que se oponen a la socialización de ese conocimiento también son más poderosos que nunca.
Ya en los años cuarenta, con trabajos pioneros en microbiología de suelos, la universidad pública argentina había dado respuestas a preguntas fundamentales de la ecología microbiana y los investigadores que desarrollaban esas líneas se vieron muchas veces atacados por los laboratorios que fabricaban agroquímicos o perseguidos por la intolerancia de sus propios colegas. Una visión estática y “abiótica” del suelo fue ganando terreno entre los profesionales a partir de una enseñanza utilitarista de la agronomía. Para los biólogos, directamente el suelo no existía, salvo como reservorio de nutrientes. La ciencia del suelo se fragmentó en enfoques parciales y se “desbiologizó”.
Sin embargo, frecuentando reuniones científicas relacionadas con las ciencias del suelo y con la ecología, con un grupo de compañeros de varias universidades fuimos convergiendo en la idea de dar a los aspectos biológicos y ecológicos del suelo una relevancia que tuviese proporción con su importancia científica. Fuimos entendiendo también la necesidad de un espacio propio e independiente; sin espónsores que determinen qué debe estudiarse y qué no.
Por supuesto que la universidad pública fue una vez más la que permitió la gestación de ese espacio y este congreso es una expresión fundacional del mismo.
Se trata no solamente de mostrar lo que estamos haciendo, sino de discutir, de intercambiar ideas y de reflexionar con honestidad intelectual acerca del contexto en que esas ideas se desenvuelven y desarrollan. Además se trata de sembrar. De avanzar en la formación de los jóvenes investigadores e investigadoras. De concretar la colaboración entre grupos de Argentina y entre éstos y grupos de países hermanos.
Como presidente de la Comisión Organizadora, con la que tuve el placer de compartir el lío que significa armar un congreso con pocos medios pero mucha ilusión, siento que hoy estamos celebrando: celebramos la posibilidad de dedicarnos a un trabajo que amamos y que nos hace felices, a pesar de las contrariedades; celebramos la posibilidad de poder discutir en libertad y pensar seriamente en los problemas que enfrentamos, tanto científicos como sociales; celebramos estar en posición de devolver a la comunidad que nos sostiene y que sostiene la ciencia y la educación superior algo de conocimiento quizás útil en el uso más responsable de los bienes productivos. Y celebramos, por supuesto, la alegría de encontrarnos y aprender.
Deseo agradecer a todos los que hicieron posible que hoy inauguremos este congreso: a la Universidad Nacional de General Sarmiento en general y al Instituto de Ciencias en particular, a la Agencia Nacional de Promoción Científica, a todos los compañeros que han colaborado en la organización, a los conferencistas de lujo que han aceptado participar y regalarnos sus reflexiones y a todos los que están aquí que vienen a mostrar su trabajo y a aprender de los demás.
Aprovechemos esta oportunidad y disfrutemos.
Muchas gracias.